Soñando en tiempo: La explosión de pintura de Fernando Bonnin – A Critique by Marinelly Bello

 

Con la mirada disponemos de un instrumento natural comparable al bastón del ciego. La mirada obtiene más o menos de las cosas, según como las interrogue, como se deslice o recueste a ellas. Aprender a ver los colores es adquirir cierto estilo de visión, un nuevo uso del propio cuerpo, es enriquecer y reorganizar el esquema corpóreo.
—Maurice Merleau-Ponty

 

La pintura intuitiva, deslumbrante y desvinculada de alguna corriente específica de Fernando Bonnin (FR Bonnin) es un vivo ejemplo de un artista in nuce, en su esencia, cuyo anhelo experimentador va unido a la ilusión de poder compartir su obra con todos aquellos que quieran abrir sus puertas a la sensibilidad artística como parte de la búsqueda de la felicidad. La heterogeneidad de colores, temas y técnicas es la primera impresión que nos mueve ante sus pinturas. Sin embargo, una vez que cada una de ellas comienza a hablarnos y a comunicar su mensaje, podemos encontrar numerosos elementos en común que se convierten en el corazón de una narrativa artística particular.

En esta exposición individual, Soñando en tiempo, el artista se muestra deseoso de profundizar su búsqueda colorística, ya iniciada en su anterior muestra, La evolución del color (2017), pero ahora lo hace bajo el concepto del tiempo como elemento unificador de su propuesta. Se trata de un tiempo que se refiere a la necesidad imperante de dedicarle todo su ser al arte, sin dejar de seguir siendo portavoz de su profesión. Recordemos que Bonnin es un arquitecto que ha sabido conjugar la tridimensionalidad de los espacios arquitectónicos con la bidimensionalidad de la pintura. De hecho, en sus proyectos constructivos el color es protagonista, y su pintura nunca deja de mezclar la geometría y el cálculo con el azar y las formas orgánicas.

A la vez, Soñando en tiempo se trata también de un sueño que abarca el deseo de atrapar en un instante muchas imágenes y sentimientos para conformar un todo coherente, tal y como podemos experimentarlo en el cine, otra de las pasiones del artista. Cada obra de Bonnin es una escena compleja que quiere contarlo todo en simultáneo, y de allí su capacidad de amalgamar diversidad de técnicas en un mismo lienzo, lo cual no solo despierta curiosidad en el espectador sino que lo hace partícipe de una historia que va desplegándose ante sus ojos.

En Soñando en tiempo encontraremos paisajes como Dreaming of Huayna (2018), donde el oro, el carmesí y el verde de las montañas de Perú contrastan con la geometría lineal de una construcción que pálidamente compite con la majestuosidad de la naturaleza, pero que nos hace conscientes de nuestra humanidad. En este grupo de paisajes idealizados resaltan las piezas Regata, Aurora y Mountains. También encontraremos obras como Sevilla, Dreams y Kodachrome, donde el artista se apodera de la atmósfera de un lugar para transmitirnos sus más íntimos sentimientos y su percepción de la naturaleza y la cultura de algún entorno o situación que han marcado al artista de manera profunda. El mar y los peces son elementos recurrentes, en ocasiones de fondo, otras de protagonistas, entrelazados, amalgamados, en fin, siempre encontrando un espacio en este mundo pictórico. Un ejemplo maravilloso lo vemos en Travesía, donde el cielo es un enjambre de peces y el mar un laboratorio de colores.

En sus obras más abstractas, donde frecuentemente ocurre el fenómeno de la pareidolia (encontrar en una imagen aleatoria una forma identificable, como cuando en las nubes, manchas u obras abstractas reconocemos formas figurativas como caras, animales u objetos), Bonnin se rinde ante la interpretación del espectador y disfruta la libertad de cada quien para encontrar la forma que emerja de su subconsciente.

Cada obra del artista nos habla de un mundo por descubrir en sus colores, formas y movimiento. Una historia abierta que cada uno podrá completar con su propia imaginación.